Luis LÓPEZ GALÁN Era temprano, una mañana fría en el oeste de Londres, y acababa de iniciarse el año 2022 con un sol tímido entre las sepulturas victorianas del cementerio de Brompton. A pesar del gélido amanecer, el restaurador S.D. se adentró entre los dos grandes templetes que escudan la entrada al camposanto antes que el resto de los transeúntes en aquella jornada festiva, esperados en amplias multitudes al tratarse de un lugar abierto, al aire libre, y, por tanto, un escape para los londinenses que en aquellos días habían asistido al recrudecimiento de una pandemia planetaria que obligaba a acortar las distancias sociales entre viandantes. Al dejar atrás los templetes de entrada, S.D. se encaminó hacia las tumbas del fondo, las que dicen que inspiraron los nombres de los personajes en los cuentos de Beatrix Potter, quien fuera vecina de la zona, pero una de las sepulturas a la izquierda del paseo central llamó su atención esta vez. Conocía de sobra aquella cruz celta rojiza, como casi todo aquel que se adentra en Brompton: era la alta sepultura de Emmeline Pankhurst. Sabía también la historia de su escultora, la coronel Julian Phelps Allan, contendiente en ambas guerras mundiales, pero se percató en aquel momento, mientras se cerraba el abrigo abrazándose el pecho, de que la cruz lucía más desgastada que nunca, ennegrecida y descuidada. La examinó de cerca: a sus pies seguía la maceta de violetas y a su alrededor la tira de tela morada con el mensaje «votos para las mujeres» escrito en inglés, pero su nombre tallado en la piedra era ahora apenas legible, escondido tras el paso del tiempo. Con su talante profesional y carácter cívico, S.D. lo tuvo claro: debía avisar del estado de aquella tumba, icono nacional. En los siguientes días, entrado ya enero por completo, la tataranieta de la allí yacente Emmeline Pankhurst, informada por el restaurador, emprendería una campaña en prensa para devolver el esplendor a la tumba de su antepasada.[1]
No es difícil que cualquier visitante al cementerio de Brompton, sea o no restaurador, detenga sus pasos al encontrarse con la sepultura de la cruz celta: Emmeline Pankhurst ha sido elevada en las últimas décadas al altar de ingleses ilustres como abanderada de aquel movimiento sufragista que, en los albores del violento siglo XX, comenzaba a cambiar la historia. Y no es solo recordada con la nombrada sepultura, también con varias estatuas —una de ellas en la icónica plaza del Parlamento inglés en Westminster— y hasta con su propio retrato en la National Portrait Gallery. Ella, como también a sus hijas Christabel y Sylvia, es el hilo que mantiene unida la historiografía de la madeja morada del feminismo, un reconocimiento merecido que, en cualquier caso, no debe deslucir el esfuerzo de otras muchas personas que lucharon con muy diferentes métodos y tácticas para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, o al menos sus primeras manifestaciones; como defiende Soraya Gahete, no existe un único movimiento feminista «para entender la realidad de las mujeres y sobre todo de cambiarla»[2]. En el cementerio de Brompton, la cruz celta de Emmeline Pankhurst se erige como uno de los pocos iconos sufragistas, y también feministas, levantados en el siglo XX en conmemoración de la larga lucha por la igualdad. A pesar del progreso en este campo, la feminista ha sido una lucha silenciosa y las Mauds Watts de carne y hueso descansan en tumbas sin nombre, apenas recordadas. Tal es el caso, por ejemplo, de las mujeres que se levantaron en protesta en la fábrica de cerillas Bryant & May del londinense barrio de Bow en 1888, muy cercano a la lavandería de la película Sufragettes. Tras tres semanas de huelga por las condiciones en las que trabajaban —más de catorce horas diarias—, las mujeres de aquella fábrica ganaron la batalla y consiguieron nuevos derechos para los sindicatos. Sus sepulturas no están en el adinerado cementerio de Brompton, sino en el humilde camposanto de Tower Hamlets, donde se enterraba a tumba abierta, sin inscripciones. A pesar de todo, y aunque ni siquiera lo sepamos, tanto la icónica Emmeline Pankhurst como aquellas mujeres sin nombre dieron forma a la narrativa en base a la igualdad sobre la que hoy continuamos estructurando el futuro. [1] Los primeros párrafos del texto son una recreación ficcional a partir del artículo Neglect of Emmeline Pankhurst’s grave de Victoria Ward (Periódico The Telegraph, enero de 2022) https://www.telegraph.co.uk/news/2022/01/03/emmeline-pankhursts-grave-described-embarrassment-amid-claims/ [2] S. GAHETE, Votes for Women…, p. 216
1 Comentario
11/2/2022 10:59:14 pm
Music reality kind analysis even. Audience drive data not.
Responder
Deja una respuesta. |
Luis López Galánblog. ¿Tienes alguna propuesta? ¡Contáctame!
Archivos
Junio 2022
|