Luis López GALÁN Durante el siglo XIX, en plena Ilustración, se produjo un hecho que marcaría la investigación venidera en el campo de la física: la unión entre la electricidad y el magnetismo que, devenidas ahora en electromagnetismo, se habían estudiado hasta entonces siempre por separado. Esta unión daría como resultado diversos estudios y teorías que llevarían a una cumbre a principios del siglo siguiente, cuando un joven científico, que en aquel momento trabajaba en la oficina de patentes de Berna y como profesor particular, fue enviando una serie de artículos a la revista alemana Annalen der Physik. Esos textos, sin que él todavía lo supiera, habrían de influir de manera considerable no solo en la física, sino también en el modo en que la humanidad concebía el mundo, pues se convertirían en el germen de la relatividad y la teoría cuántica. Ese científico era Albert Einstein (1879-1955), quien se elevaría al nivel histórico de los más grandes y revolucionares científicos; la manera teórica por la que entendíamos la realidad hasta ese momento cambiaría para siempre. De hecho, cien años después de su llamado Annus Mirabilis, la Organización de las Naciones Unidas le conmemoró marcando el 2005 como Año Mundial de la Luz y la Física.
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