Luis LÓPEZ GALÁN Artículo La ética griega, en las etapas iniciales de la Filosofía, consistió en hallar la excelencia de las personas, por lo que la denominamos una ética de las virtudes, al provenir “virtud” del griego areté, que significa, de hecho, la excelencia de una cosa; lograrlo, alcanzar esa virtud, era la meta, el fin de la ética. Por eso, hablamos de un planteamiento teleológico, que busca un determinado fin. Aristóteles hace hincapié en esa noción del télos, del fin, pero reta al individualismo, a la idea de que cada individuo tiene un fin en sí mismo, para partir de la concepción del hombre como un ser social (o político), un ser que se completa en los demás, en comunidad, y un ser para el cual aquel fin no es otro que alcanzar la felicidad a través de la vida virtuosa, una vida dedicada a la consecución de las virtudes.
En el planteamiento moral de Aristóteles la virtud es práxis, una actividad práctica, que además define como saber escoger el término medio. Para él, la prudencia se ejemplifica mediante el «hombre prudente», el que es capaz de obrar basado en el término medio; utilizar a un personaje como ejemplo para explicar la virtud es algo común en las explicaciones aristotélicas, quizá porque los textos que de él tenemos constituyen lecciones que daba a sus seguidores. Este concepto de término medio es, por otro lado, crucial en el planteamiento del filósofo y representa la definición clásica de toda la ética aristotélica. Si la vida feliz no se abandona al desorden de los deseos, de las pasiones, si está reglada por la razón, es gracias a él, al término medio, a la moderación, de la que ya antes que Aristóteles se hablaba en las famosas doctrinas de los Siete Sabios. Para entender el término medio y la idea de virtud, es conveniente dedicar espacio a las cuatro virtudes más importantes históricamente y que después pasarán incluso a una interpretación cristiana: prudencia, justicia, fortaleza, templanza. Las virtudes aristotélicas se clasifican en éticas (se originan mayormente por la costumbre, por los hábitos; ser virtuoso no consiste en realizar de vez en cuando un acto virtuoso, sino en serlo durante toda la vida), y virtudes dianoéticas (no se adquieren por la costumbre sino por la enseñanza, no exclusivamente teorética, también derivada de la experiencia). Dentro de esta clasificación, la prudencia, la regla del término medio, es una virtud dianoética y constituye la síntesis de todas las virtudes; es la norma que manda buscar la medida y el término medio y que se encuentra personificada, como ya se ha indicado, en el hombre prudente (phrónimós), que a su vez es heredero del rey filósofo que buscaba Platón. Como añadidura, si en las virtudes dianoéticas, en la perspectiva del intelecto, la virtud más destacada es la prudencia, desde la perspectiva de la costumbre lo es la justicia, la virtud perfecta porque iguala las cosas que son desiguales.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Luis López Galánblog. ¿Tienes alguna propuesta? ¡Contáctame!
Archivos
Junio 2022
|