Luis LÓPEZ MARTÍN A principios del s. XX, con la herencia empirista recibida de siglos anteriores, el llamado Círculo de Viena comenzó a debatir sobre los criterios de demarcación en ciencia, esto es, sobre la frontera que debía marcar la diferencia entre lo que era considerado ciencia de lo que no, una cuestión central en filosofía de la ciencia que llega hasta nuestros días. Este grupo se enmarcó en la corriente conocida como neopositivismo y defendió la unidad de todas las disciplinas científicas en torno a un único sistema de demarcación de la ciencia, que debía hacerla avanzar: el verificacionismo. Mediante el verificacionismo, ciencia debía ser considerado aquello que podía verificarse mediante hechos empíricos comprobados; si podemos demostrar empíricamente cierto experimento o cierta idea y a la vez observar como esta demostración se va repitiendo en multitud de casos en el mismo marco experimental, estos serán válidos científicamente.
Como método inductivista, en el que podemos llegar a resultados generales a partir de la repetición verificada empíricamente de casos particulares, esta corriente asume el problema que el método inductivo ya presentaba para la filosofía de la ciencia desde el s. XVIII con David Hume: la generalización de los casos particulares no nos hace estar completamente seguros de que pueda existir un caso específico, una excepción, en el que la observación no se cumpla; en la idea de que todos los cisnes son blancos, por ejemplo, la aparición de uno solo de color negro tiraría por tierra la verificación. La postura antagónica a ese verificacionismo va a ser la planteada por K.R. Popper, para quien millones de verificaciones no pueden determinar que algo sea verdadero y, sin embargo, una sola falsación (refutación) hace a un enunciado falso para siempre. De ahí que, como criterio de demarcación de la ciencia, él defendiera el falsacionismo: el único modo que la ciencia tiene para avanzar será rechazar las proposiciones falsas, darse cuenta de que lo que hasta ahora considerábamos como cierto puede de hecho ser falso. Por ejemplo,solo podemos considerar como planteamiento empírico la comprobación de si mañana va a llover «aquí» porque en ese lugar, en ese «aquí», podremos refutar mañana si ha llovido, pero nunca podremos refutarlo en general, sin un lugar concreto. El falsacionismo como criterio de demarcación deja fuera de los límites de la ciencia planteamientos pseudocientíficos y anti-científicos como la pseudomedicina y el terraplanismo, falsados ambos por la ciencia, y otros que no son considerados ciencia, como el creacionismo, que, como creencia de tipo dogmático, ni siquiera cuenta con la posibilidad de ser verificado o falsado. En el último caso, al tratarse de un asunto que puede tener cabida dentro de lo moral o lo religioso, no tendría por qué ir reñido con la ciencia, pero únicamente cuando no trate de solaparla.
1 Comentario
2/9/2024 08:13:19 am
Muchas gracias por este texto sucinto y provocador. Lo usaré con estudiantes en un curso de Biología de Campo.
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