Luis LÓPEZ GALÁN Ejercicio en humilde tributo al Manual de instrucciones que Julio Cortázar incluyó en su obra Historias de cronopios y de famas Si ha llegado a eso que llaman madurez, habrá notado ya que la mayor parte de los problemas del individuo provienen de una acción física muy concreta del cuerpo humano: la necesidad de abrir la boca, entendida en el entorno que nos concierne como la necesidad de sacar impetuosamente una opinión a pasear y no de otros menesteres, como pudieran ser el comer o el bostezar; esos tendrán su propia instrucción. Guerras, desamores y otros asuntos irritantes como un mitin político se han propiciado a lo largo de los siglos por mediación de una boca bien abierta. Lo primero que uno debe hacer para ser cauteloso es, por tanto, cerrarla.
Una vez cerrada, se descubrirá dentro de sí la existencia de un estadio que, con toda probabilidad, se desconocía: un mundo interior. Boca cerrada, se le revelará también que los oídos escuchan mejor las voces que llegan de los dos mundos: el viejo ruidoso y el nuevo sereno. Acto seguido, regocíjese en el silencio melódico de su nuevo mundo, detenga el ritmo de cualquier acontecimiento visible y tómese para ello el tiempo que estime oportuno —no repare en regocijo, los minutos se duplican en ese mundo interior suyo—. Cuando aquella voz del exterior acuda, vigorosa, a llamar su atención otra vez, un sosiego repentino se le habrá instalado en los labios.
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Junio 2022
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